En la carta que sigue, dirigida al pastor S. N. Haskell y su esposa, Elena G. de White habla de la triste experiencia de su nieta al perder a su hijito. HD 220.4
Hoy he escrito muchas páginas. Esta mañana recibí una carta de Mabel Workman [su nieta]. Hace unas dos semanas dio a luz a un varoncito de casi cinco kilos, pero el pequeño murió dos días después de su nacimiento. Mabel ha pasado por una experiencia muy severa, pero estamos agradecidos que su vida fue preservada. Tanto el padre como la madre de la criatura han sentido terriblemente esta prueba, pero la aceptan como los cristianos deben hacerlo. El esposo de Mabel ha demostrado ser un verdadero cristiano en estos momentos de aflicción, y el Señor los ha sostenido a ambos. Creen que si no hubiera sido por la Sra. Kress que estaba con ellos, Mabel también hubiera perdido la vida. Me siento muy agradecida que la Hna. Kress pudo estar con ellos, porque tiene mucha habilidad y gran tacto. Si la madre hubiese muerto, la aflicción de la familia hubiera sido mucho más aguda. HD 220.5
Hemos estado muy preocupados por Mabel durante estas dos semanas, porque no hemos recibido otra información desde el telegrama en que nos anunciaban la muerte del niño. Estoy agradecida al Señor porque salvó la vida a Mabel, y ruego que ella pueda vivir para ser una bendición a la causa de Dios.—Carta 120, 1909. HD 220.6
La Sra. A. H. Robinson era una vieja amiga de Elena G. de White. Mientras estaba en Australia, la Sra. White recibió la noticia de la muerte del hijo de su amiga. Inmediatamente le escribió una carta compartiendo sus propias experiencias con la muerte de dos de sus hijos. HD 221.1
Mi querida Hna. Robinson: Acabo de recibir el correo desde Estados Unidos, y mi secretaria me leyó las cartas. Muchas de ellas tienen temas interesantes, pero quiero responder la suya primero. HD 221.2
Cuando usted relata su experiencia con la muerte de su hijo, y cómo se postró en oración sometiendo su voluntad a la voluntad del Padre celestial, mi corazón de madre fue conmovido. He pasado por una experiencia similar a la que usted ha pasado. HD 221.3
Cuando mi hijo mayor tenía dieciséis años, fue aquejado por la enfermedad; su caso fue considerado crítico. Él nos llamó al lado de su lecho y nos dijo: “Papá y mamá: será difícil para vosotros veros privados de vuestro hijo mayor. Si al Señor le parece conveniente conservarme la vida, quedaré complacido por amor a vosotros. Si debo morir ahora para mi propio bien y para la gloria de su nombre, quiero deciros que estoy resignado a ello. Papá, ve por tu cuenta, y mamá, ve por la tuya, y oren. Entonces recibiréis una respuesta de acuerdo con la voluntad de mi Salvador a quien vosotros y yo amamos”. Él temía que si orábamos juntos, el dolor que compartíamos se fortalecería, y pediríamos lo que no sería lo mejor para que el Señor lo concediera. HD 221.4
Hicimos como él nos había pedido, y nuestras oraciones fueron similares a la que usted ofreció. No recibimos evidencia de que nuestro hijo se recobraría. Murió con toda su confianza puesta en Jesús nuestro Salvador. Su muerte constituyó un enorme golpe para nosotros, pero fue una victoria aun en la muerte, porque su vida estaba oculta con Cristo en Dios. HD 221.5
Antes de la muerte de mi hijo mayor, mi hijito de brazos enfermó de muerte. Oramos, y pensamos que el Señor nos conservaría a nuestro consentido, pero cerramos sus ojos en la muerte, y lo llevamos para que descansara en Jesús, hasta que el dador de la vida venga a fin de despertar a su preciosos y amados hijos para que reciban una gloriosa inmortalidad [...]. El Señor ha sido mi consejero, y el Señor le dará a usted su gracia para soportar su aflicción. HD 221.6
Usted me preguntaba acerca de si su hijito sería salvo; las palabras de Cristo son la respuesta: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Mateo 19:14. HD 222.1
Recuerde la profecía: “Así ha dicho Jehová: “Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron”. Así ha dicho Jehová: “Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo -dice Jehová- y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir -dice Jehová- y los hijos volverán a su propia tierra””. Jeremías 31:15-17. HD 222.2
Haga suya esta promesa; puede ser consolada si confía en el Señor. Se me ha instruido a menudo que los niños pequeños serán puestos a descansar antes del tiempo de angustia. Pero veremos a nuestros hijos otra vez; los veremos y los reconoceremos en las cortes celestiales. Ponga su confianza en el Señor, y no tenga miedo.—Carta 196, 1899. HD 222.3