El 16 de mayo de 1876, el mismo día en que Elena G. de White le escribió la tercera carta de esta serie a su amiga Lucinda, también le escribió una carta a Jaime White, que comenzaba así: HD 269.7
Mi querido esposo,
Me entristece haber dicho o escrito cosas que te afligieron. Perdóname, y en adelante seré mucho más cuidadosa para no abordar temas que puedan molestarte o irritarte. Vivimos en el tiempo más solemne y no podemos permitirnos a esta edad avanzada*[Elena G. de White tenía 48 años de edad y su esposo 54 cuando se escribió esta carta.] que nuestras diferencias nos separen en nuestros sentimientos. Puede ser que yo no vea las cosas como tú las ves, pero no creo que sea mi deber tratar de hacerte ver las cosas como yo las veo. Por todas las veces que lo he hecho, te pido disculpas. HD 269.8
Quiero tener un corazón manso y humilde y un espíritu apacible. En cualquier ocasión en que mis sentimientos me han llevado a levantar mi voz y actitud, he estado equivocada sin importar cuál haya sido la circunstancia. Jesús dijo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29. HD 270.1
Deseo que mi yo se esconda en Jesús. Deseo que mi yo sea crucificado. No reclamo para mí la infalibilidad, ni siquiera la perfección de un carácter cristiano. No estoy libre de errores y defectos en mi vida. Si hubiera seguido al Salvador más de cerca, no tendría que lamentar mi falta de semejanza a su querida imagen. HD 270.2
El tiempo es corto; muy corto. Y la vida es incierta. No podemos saber cuándo terminará el tiempo de gracia. Si caminamos humildemente ante el Señor, nos permitirá finalizar nuestras labores con gozo. No habrá nuevamente una línea o una expresión en mis cartas que pueda causarte dolor. Nuevamente, perdóname por cada acción o palabra que te ha entristecido. HD 270.3
He estado pidiendo fervorosamente a Dios que me ilumine para saber si debo viajar al Este, y he decidido que mi trabajo está aquí, para escribir y hacer las cosas que el Espíritu de Dios me ordene. Estoy buscando fervorosamente la vida eterna. Mary y yo trabajamos tan fuerte como podemos; Dios en su providencia me ha dado esta obra y no me animo a dejarla. Vamos a orar para que el Señor pueda sostenerte, pero personalmente no veo luz en viajar hacia el Este.—Manuscript Releases 20:23 (1876). HD 270.4
Aparentemente, pocos días después Elena G. de White cambió de opinión. Viajó al Este y acompañó a su esposo en todos los congresos que se realizaron en el verano de 1876. En total asistieron a catorce congresos y trabajaron en perfecta armonía. Regresaron a Battle Creek para completar el trabajo para la publicación del segundo tomo del libro Spirit of Prophecy, y volvieron a California para continuar trabajando juntos. HD 270.5
Jaime White se recobra de otro derrame—Nuestro congreso finalizó y estamos todos de vuelta en casa. Papá soportó el congreso mejor de lo que se podía esperar. Se está recuperando muy lentamente, pues no come lo suficiente para sostener sus fuerzas. Hemos tenido preciosos momento de oración en su favor y nuestra fe está siendo probada; pero no estamos desanimados. HD 271.1
Me siento mejor que esta vez haya sido un ataque de parálisis. Está muy quieto, paciente, tierno y bondadoso. Sus cuidados dependen mayormente de mí, ya que cuando me siento a su lado parece sentirse tranquilo. Pero nuestra fe está reclamando las promesas de Dios en su favor para una completa recuperación, y creemos que nos será concedido. Dios tiene una gran obra para él y para mí, y nos dará fuerzas para realizarla. HD 271.2
Dios me ha sostenido en la doble carga que me tocó llevar en los cinco congresos a los que he asistido. Me siento con el mejor de los ánimos. Trabajé en forma extremadamente dura, pero el Señor me ayudó. Ahora espero completar el libro, y entonces dejar de escribir por el momento.—Manuscript Releases 10:36-37 (1877). HD 271.3
Jaime White parece ser el mismo de antes—Pude hablar con plena libertad durante una hora; todos prestaban mucha atención. La mejor parte de todo fue que papá fue hasta la plataforma y cantó y oró como antes. Esta es la obra que Dios ha hecho, y es su nombre el que debe recibir toda la gloria.—Manuscript Releases 10:36 (1877). HD 271.4
Carta escrita pocas semanas después de la muerte de Jaime White—Extraño a papá más y más, y especialmente siento su pérdida cuando estoy aquí en las montañas. Ha sido una cosa muy diferente haber estado aquí con él, que ahora sin él. Nuestra vida estaba tan entretejida que me resulta casi imposible ser de alguna utilidad sin él.—Carta 17, 1881. HD 271.5
Cartas escritas años después de la muerte de Jaime White—Después mi esposo, el fiel siervo de Jesucristo, quien estuvo a mi lado durante 36 años, me fue quitado, y yo quedé para trabajar sola. El duerme en Jesús. No tengo lágrimas para derramar sobre su sepulcro. ¡Pero cuánto lo echo de menos! ¡Cómo anhelo sus palabras de consejo y sabiduría! ¡Cómo anhelo escuchar sus oraciones mezcladas con mis oraciones para pedir luz y dirección, para pedir sabiduría a fin de saber cómo planificar la obra!—Mensajes Selectos 2:296 (1899). HD 271.6
Mi esposo murió en 1881. Desde ese tiempo he hecho más trabajo que en el resto de mi vida para llevar adelante la responsabilidad de escribir y publicar libros. Cuando mi esposo estaba en su lecho de muerte, le prometí que con la ayuda de nuestros dos hijos, y si el Señor me daba fuerzas, llevaríamos adelante la obra que habíamos realizado juntos. No he buscado una vida fácil; he rehusado fracasar o desanimarme. Y aunque no se me ha dicho en palabras que voy a ver nuevamente a mi esposo en la ciudad de Dios, no necesito la evidencia de palabras para tener esa seguridad, porque tengo la evidencia de la Palabra de Dios, de que mi esposo amó la verdad y guardó la fe. Y tengo la seguridad de que si yo sigo haciendo la voluntad de Dios como su fiel mensajera, mi esposo y yo nos reuniremos en el reino de Dios. No tengo ni un ápice de duda de que mi esposo estaba preparado cuando dejó su armadura. HD 271.7
El año posterior a la muerte de mi esposo fue el más atribulado que he experimentado en mi vida. Pero después que experimenté el milagro de sanación que ocurrió en la carpa durante el congreso de Healdsburg, sentí que el Señor me había preservado la vida para que diera un mensaje decisivo, y que los ángeles de Dios estarían a mi lado. Si no fuera porque el Señor es mi ayudador, no podría realizar el trabajo que estoy realizando. Y mientras él me prolongue la vida, seguiré cumpliendo con mi deber; porque esta no es mi obra sino la obra del Señor. HD 272.1
Mi hermana, nosotros podemos creer en las promesas del Señor. Nunca le pedí a Dios que me revelara si he de ser salva y si mi esposo será salvo. Creo que si vivo en obediencia a los mandamientos de Dios; si no me desanimo; si ando en la luz como Cristo está en la luz, me veré cara a cara con mi Salvador. Y me esfuerzo por alcanzarlo. No confío en el hombre ni hago de la carne mi sostén; pero tengo la promesa de que si soy fiel en dar los mensajes que Dios me ha dado, recibiré la corona de la vida. El ganar esta corona depende de mi creencia en el mensaje de verdad, y de aferrarme por la fe en la promesa de Dios de que él me dará su gracia para cumplir los deberes que él me ha requerido. Si yo cumplo fielmente con mi deber, no seré responsable del camino que otros elijan, pues no se me podrá culpar de no haberlos advertido.—Carta 82, 1906. HD 272.2