Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. 1 Tesalonicenses 2:13. EJ 114.1
La Biblia contiene todo lo que es necesario para la salvación del alma, y al mismo tiempo es apta para disciplinar y fortalecer la mente... Resultará mucho más eficaz que cualquier otro libro para guiar sabiamente en los asuntos de esta vida, así como para ayudar al alma a ascender por la escalera que alcanza el cielo. La Biblia da al verdadero investigador un adiestramiento mental avanzado; sale de la contemplación de las cosas divinas con sus facultades enriquecidas. Se humilla el yo mientras que Dios y su verdad son ensalzados. Debido a que los hombres no están familiarizados con las verdades de la Biblia, se ensalza tanto al hombre y se honra tan poco a Dios. EJ 114.2
Al escudriñar las páginas de la Palabra de Dios, nos movemos a través de escenas majestuosas y eternas. Contemplamos a Jesús, el Hijo de Dios, viniendo a nuestro mundo y participando en el misterioso conflicto que derrotó a las potestades de las tinieblas. ¡Cuán admirable, casi increíble, es que el Dios infinito consintiese en la humillación de su Hijo unigénito!... EJ 114.3
La Palabra de Dios es el alimento espiritual con el cual el cristiano debe fortalecerse en espíritu y en intelecto, a fin de batallar por la verdad y la justicia. La Biblia enseña que todo pecado que nos asedia debe ser desechado, que debe sostenerse la guerra contra el mal hasta que toda mala tendencia haya sido vencida. El agente humano debe colocarse como estudiante voluntario en la escuela de Cristo. Mientras acepta la gracia que se le ofrece libremente, la presencia del Salvador en los pensamientos y en el corazón le darán decisión de propósito para poner a un lado todo peso, a fin de que el corazón sea henchido con toda la plenitud de Dios. EJ 114.4
La sencillez de la verdadera piedad debe impartirse en la educación de nuestros jóvenes, para que sepan escapar de la corrupción que hay en el mundo. Debe enseñárseles que los verdaderos seguidores de Cristo servirán a Dios no sólo cuando el hacerlo esté de acuerdo con sus inclinaciones, sino también cuando signifique abnegación y llevar la cruz. Los pecados que asedian deben ser combatidos y vencidos. Los rasgos objetables de carácter, sean hereditarios o cultivados, deben ser comparados con la gran regla de justicia, y luego vencidos en la fuerza de Cristo. Día tras día, hora tras hora, ha de continuar en el corazón una obra vigorosa de abnegación y santificación; entonces las acciones darán testimonio de que Jesús mora en el corazón por la fe. La santificación no cierra las avenidas del alma al conocimiento, sino que expande la mente y la inspira a buscar la verdad como tesoro escondido.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 433-434. EJ 114.5