Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6. AFC 224.2
No es la voluntad de Dios que sus hijos estén abrumados por las preocupaciones. Pero nuestro Señor no nos engaña. No nos dice: “No temáis; no hay peligro en vuestra senda”. Sabe que hay pruebas y peligros, y no trata de ocultarlos. No se propone sacar a su pueblo de un mundo de pecado y maldad, pero les señala un refugio seguro... AFC 224.3
¿Cómo podemos permanecer en la duda, preguntándonos si Jesús nos ama, pecadores como somos, y llenos de flaquezas? Se entregó por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificarnos como pueblo suyo peculiar, celoso de buenas obras. Vino al mundo en forma de hombre, para familiarizarse con las aflicciones y las tentaciones que asedian la senda humana, y para saber cómo ayudar al cansado con su ofrecimiento de descanso y paz. Pero miles y miles rehúsan su ayuda, y únicamente se aferran con más firmeza de sus preocupaciones. Él va junto a los afligidos y les ofrece suavizar su aflicción y curar su angustia... A los chasqueados, los incrédulos y los desventurados les ofrece contentamiento mientras les señala las mansiones que está preparando para ellos... Jesús, nuestro precioso Salvador, debería ocupar el primer lugar en nuestros pensamientos y afectos, y deberíamos depender de él con toda confianza... AFC 224.4
Cada día deberíamos enfrentar sus pruebas y tentaciones con el poder de Jesús. Si fallamos un día aumentamos la carga del siguiente y tenemos menos fuerza. No deberíamos anublar el futuro por nuestro descuido en el presente; pero realizando cuidadosamente los deberes de hoy debemos prepararnos para hacer frente a las emergencias del mañana.—The Review and Herald, 3 de febrero de 1885. AFC 224.5