A fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Colosenses 2:2, 3. AFC 336.4
Cristo dijo: “Todo lo que tiene el Padre es mío”. Juan 16:15. “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30. “Yo, pues, os asigno un reino”. Lucas 22:29. El Señor Jesús coloca su mano sobre el trono eterno de Dios con toda la facilidad y seguridad del que gobierna y reina, y se ciñe la corona de la divinidad; se sienta a la diestra de Dios y recibe honra suprema como Dios, la gloria que tenía antes de la existencia del mundo. Distribuye sus dones a todos los que por fe los reclaman... AFC 336.5
Tenemos un depósito inagotable, un océano de amor, en el Dios de nuestra salvación. Ha colocado en las manos de Cristo todos los tesoros de los recursos celestiales, y dice: Todo esto es para los hombres, para convencer de mi amor a la humanidad caída y pecadora... y de que trabajo y trabajaré para su felicidad. La felicidad del hombre consiste en conocer a Dios y a Jesús a quien envió. El Verbo se hizo carne y moró entre nosotros para poner este vasto depósito de todo bien al alcance de todos... El don más excelente, el sacrificio más costoso, fue elegido por Dios para que viniera a este mundo como su expresión del amor divino hacia el hombre... AFC 337.1
Si Dios el Padre hubiera venido a nuestro mundo y morado entre nosotros, humillándose, velando su gloria, para que la humanidad pudiera contemplarlo, la historia que tenemos de la vida de Cristo no habría cambiado... En cada acto de Jesús, en cada lección de su instrucción, debemos ver, oír y reconocer a Dios. Para la vista, para el oído, es en efecto la voz y los movimientos del Padre. AFC 337.2
Pero el lenguaje es débil. Juntamente con Juan exclamo: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1.—Carta 83, 1895. AFC 337.3