El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por t odos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Romanos 8:32. AFC 81.3
Antes de que fuera conferido este admirable e incomparable don, todo el universo celestial estaba profundamente conmovido por el esfuerzo de comprender el insondable amor de Dios, conmovido por despertar en el corazón humano una gratitud proporcional al valor de ese don. Nosotros, por quienes Cristo ha dado su vida, ¿vacilaremos entre dos opiniones? ¿Le daremos a Dios tan solo una pizca de nuestras facultades naturales? ¿Le devolveremos tan solo una parte de las capacidades y facultades que nos ha prestado Dios? ¿Podemos hacer esto al paso que sabemos que Aquel que era el Comandante de todo el cielo... comprendiendo la impotencia de los hombres, vino a esta tierra revestido de naturaleza humana, para que pudiéramos unir nuestra humanidad con su divinidad? AFC 81.4
Se hizo pobre para que pudiéramos entrar en posesión de los tesoros celestiales, un alto y sobremanera eterno peso de gloria. Para rescatar a la raza humana, descendió de una humillación a otra, hasta que el divino humano Cristo doliente fue levantado en la cruz para atraer a todos los hombres a sí. El Hijo de Dios no podría haber mostrado mayor condescendencia: no podría haberse rebajado más. AFC 82.1
Este es el misterio de la piedad... Este es el misterio que ha conmovido a todo el cielo a unirse con el hombre para llevar a cabo el gran plan de Dios para la salvación de un mundo arruinado, para que los hombres y las mujeres pudieran ser guiados por las señales en el cielo y en la tierra a prepararse para la segunda venida de nuestro Señor... AFC 82.2
Como Cabeza de la iglesia, Cristo llama con autoridad a cada persona que dice creer en él para que siga su ejemplo de abnegación y sacrificio propio... Son llamados para congregarse sin demora bajo el estandarte manchado de sangre de Cristo Jesús.—Manuscrito 62, 1902. AFC 82.3