Sólo al pedido de sus hermanos, en cuyas palabras creyó oír el llamado de Dios, se debió que Miller consintiera en presentar sus opiniones en público. Ya tenía 50 años, no estando acostumbrado a hablar en público y se consideraba incapaz de hacer la obra que se esperaba de él. Pero desde el principio sus labores fueron notablemente bendecidas para la salvación de las almas. Su primera conferencia fue seguida de un despertar religioso durante el cual trece familias enteras, menos dos personas, fueron convertidas. Se lo instó inmediatamente a hablar en otros lugares, y casi en todas partes su trabajo resultaba en un reavivamiento de la obra del Señor. Los pecadores se convertían, los cristianos se reconsagraban a Dios, y los deístas e incrédulos eran inducidos a reconocer la verdad de la Biblia y la religión cristiana. El testimonio de aquellos entre quienes trabajaba era: “Alcanza a una clase de intelectos que no están dentro de la influencia de otros hombres”. Ibíd. 138. Su predicación estaba pensada para despertar interés en los grandes asuntos de la religión y contrarrestar la mundanalidad y sensualidad crecientes de la época. CES 60.1
En casi todas las ciudades se convertían los oyentes por veintenas y hasta por centenares. En muchos lugares se le abrían de par en par las iglesias protestantes de casi todas las denominaciones, y las invitaciones para trabajar en ellas le llegaban generalmente de los ministros de las diversas congregaciones. Tenía por regla invariable no trabajar donde no hubiese sido invitado; sin embargo, pronto vio que no le era posible atender siquiera la mitad de los pedidos que le llegaban. CES 60.2