Pero un chasco más les estaba reservado. El tiempo de espera pasó y su Salvador no apareció. Con confianza inquebrantable habían esperado su venida, y ahora sentían lo que María cuando, al ir al sepulcro del Salvador y encontrarlo vacío, exclamó con llanto: “Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”. Juan 20:13... CES 83.1
El mundo había estado observando y suponía que, si el tiempo pasaba y Cristo no venía, todo el sistema adventista sería abandonado. Pero aunque muchos, al ser muy tentados, abandonaron su fe, hubo algunos que permanecieron firmes. Los frutos del movimiento adventista -el espíritu de humildad y el examen del corazón, el renunciamiento al mundo y la reforma de la vida-, que habían acompañado la obra, atestiguaban que era de Dios. No se atrevían a negar que el poder del Espíritu Santo había acompañado la predicación de la segunda venida, y no podían detectar error alguno en el cómputo de los períodos proféticos. Los más hábiles de sus oponentes no habían tenido éxito en echar por tierra su sistema de interpretación profética. Sin evidencias bíblicas no podían consentir en abandonar posiciones que habían sido alcanzadas merced al estudio ferviente y con oración de las Escrituras, por medio de mentes iluminadas por el Espíritu de Dios y corazones en los cuales ardía el poder vivificante de éste; posiciones que habían resistido las críticas más agudas y la oposición más violenta por parte de los maestros religiosos populares y los sabios mundanos, y que habían permanecido firmes ante las fuerzas combinadas del saber y la elocuencia, y ante las burlas y los ultrajes tanto de los hombres de reputación como de los más viles. CES 83.2
En verdad, había habido un error en el evento esperado, pero ni aun eso pudo conmover su fe en la Palabra de Dios... CES 83.3
Dios no olvidó a su pueblo; su Espíritu aún permaneció con quienes no negaron irreflexivamente la luz que habían recibido ni reprobaron al movimiento adventista. En la Epístola a los Hebreos hay palabras de aliento y advertencia para los que aguardaban y fueron probados en esa crisis: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”. Hebreos 10:35-39. CES 83.4
Que esta admonición va dirigida a la iglesia en los últimos días se echa de ver por las palabras que indican lo cercano de la venida del Señor: “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. Y este pasaje implica claramente que habría una aparente demora, y que el Señor parecería tardar. La instrucción dada aquí se aplica especialmente a la experiencia de los adventistas en ese entonces. La gente aquí aludida estaba en peligro de hacer naufragar su fe. Habían hecho la voluntad de Dios al seguir la dirección de su Espíritu y de su Palabra; pero no podían comprender los designios que había tenido en lo que habían experimentado ni podían discernir el sendero que estaba ante ellos, y estaban tentados a dudar de si en realidad Dios los había guiado. Entonces era cuando se aplicaban las palabras: “El justo vivirá por fe”. Mientras la luz brillante del “clamor de medianoche” había alumbrado su sendero, y habían visto abrirse el sello de las profecías y cumplirse con rapidez las señales que anunciaban la proximidad de la venida de Cristo, en cierto sentido habían andado por vista. Pero ahora, abatidos por esperanzas defraudadas, sólo podían sostenerse por la fe en Dios y en su Palabra. El mundo ridiculizador les decía: “Han sido engañados. Abandonen su fe, y digan que el movimiento adventista era de Satanás”. Pero la Palabra de Dios declaraba: “Si alguno se retirare, no se complacerá mi alma en él”. Renunciar entonces a su fe, y negar el poder del Espíritu Santo que había acompañado al mensaje, habría equivalido a retroceder camino de la perdición. Estas palabras de Pablo los alentaron a permanecer firmes: “No perdáis, pues, vuestra confianza”; “os es necesaria la paciencia”, “porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. El único proceder seguro para ellos consistía en apreciar la luz que ya habían recibido de Dios, atenerse firmemente a sus promesas, seguir escudriñando las Escrituras, y esperar con paciencia y velar para recibir mayor luz.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 442-460. CES 84.1