Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Efesios 4:31. ELC 180.1
Hay quienes piensan en forma más elevada de sí mismos de lo que debieran. Hablan mal de sus hermanos porque, después de hacerse una cosa, pueden mirar hacia atrás y decir en qué forma diferente la hubieran hecho ellos, pero su previsión no hubiera sido mejor que la de sus hermanos si hubiesen estado en su lugar... ELC 180.2
Manteneos alejados de la silla del juicio. Todo juicio está reservado al Hijo de Dios... Satanás trabaja celosamente para hacer que los hombres pequen en este punto. Son sus misioneros aquellos cuyas lenguas están muy prontas para emitir palabras de crítica y que son hábiles interrogadores que sonsacan expresiones y opiniones cuyas semillas han colocado de antemano en la mente. Pueden repetir las expresiones que sacan de otros como originadas por aquellos a quienes tan solapadamente llevan al terreno prohibido. Estas personas parecen encontrar siempre algo que criticar y condenar. Atesoran todas las cosas de naturaleza desagradable y luego leudan a los demás... ¡Qué gran bosque enciende un pequeño fuego!—Manuscrito 68, 1895. ELC 180.3
No uséis nunca vuestra lengua y vuestra voz para descubrir y aumentar los defectos de vuestros hermanos, porque el registro del cielo identifica los intereses de Cristo con aquellos que compró con su propia sangre. “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Mateo 25:40. Debemos aprender a ser leales el uno con el otro, a ser tan fieles como el acero en la defensa de nuestros hermanos. Mirad vuestros propios defectos. Descubrid más bien una falta vuestra que diez de vuestro hermano. Recordad que Cristo ha orado por éstos sus hermanos que todos ellos puedan ser uno, como él es uno con el Padre. Tratad hasta el extremo de vuestras posibilidades de estar en armonía con vuestros hermanos.—Ibid. ELC 180.4