Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. Colosenses 4:6. ELC 182.1
La cortesía es una de las gracias del Espíritu. Es un atributo del cielo. Los ángeles nunca montan en cólera, nunca son envidiosos o egoístas. Ninguna palabra dura o áspera sale de sus labios. Si hemos de ser compañeros de los ángeles, también debemos ser refinados y corteses. ELC 182.2
La verdad de Dios tiene el propósito de elevar al que la recibe, refinar su gusto y santificar su juicio. Ningún hombre puede ser cristiano sin tener el espíritu de Cristo, y si tiene el espíritu de Cristo lo manifestará con una disposición refinada y cortés. Su carácter será santo, sus modales gentiles, sus palabras sin engaño. Cultivará el amor que no se irrita, que es tolerante y paciente, que espera todas las cosas y soporta todas las cosas... ELC 182.3
Los que profesan ser seguidores de Cristo y a la vez son rudos, poco amables y descorteses en palabra y conducta, no han aprendido de Jesús... La conducta de algunos que se dicen cristianos es tan falta de bondad y cortesía que lo mejor que hacen da la apariencia de mal. No puede ponerse en duda su sinceridad, ni cuestionarse su rectitud; pero la sinceridad y la rectitud no expiarán la falta de bondad y cortesía. El cristiano debe mostrar simpatía además de ser veraz, y debe ser compasivo y cortés a la par que correcto y honrado... ELC 182.4
La verdadera cortesía, mezclada con la verdad y la justicia, hace la vida no sólo útil, sino hermosa y fragante. Las palabras bondadosas, la apariencia amable, un rostro alegre dan un encanto al cristiano que hace su influencia casi irresistible. En el olvido del yo, en la luz, la paz y la felicidad que está constantemente impartiendo a otros halla el verdadero gozo. ELC 182.5
Olvidémonos del yo tratando siempre de alegrar a otros, de aliviar sus cargas mediante actos de tierna bondad y hechos de amor abnegado.—The Signs of the Times, 16 de julio de 1902. ELC 182.6