Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. Isaías 50:4. ELC 183.1
Cada cristiano debería ser lo que Cristo fue en su vida en esta tierra. Él es nuestro ejemplo, no solamente en su pureza inmaculada, sino en su paciencia, cortesía y disposición amigable. Era firme como una roca en lo que atañía a la verdad y al deber, pero era invariablemente bondadoso y cortés. Su vida fue una perfecta ilustración de la verdadera cortesía. Tenía siempre una mirada amable y una palabra de consuelo para los necesitados y oprimidos. ELC 183.2
Su presencia traía una atmósfera más pura al hogar y su vida era como levadura obrando entre los elementos de la sociedad. Inocente y sin contaminación caminaba entre los indiferentes, los rudos, los descorteses; entre los injustos publicanos, los injustos samaritanos, los soldados paganos, los rudos campesinos y la multitud mixta. Hablaba una palabra de simpatía aquí, una palabra allí, al ver a los hombres cansados y obligados a llevar pesadas cargas. Compartía sus cargas y les repetía las lecciones que había aprendido de la naturaleza, del amor, de la misericordia y de la bondad de Dios. Trataba de inspirar esperanza en los más rudos y poco promisorios poniendo ante ellos la seguridad de que podían llegar a ser sin tacha y sin culpa, alcanzando un carácter que los haría aparecer como hijos de Dios... ELC 183.3
Jesús se sentó como huésped honrado en la mesa de los publicanos mostrando por su simpatía y benevolencia que reconocía la dignidad de la humanidad, y los hombres anhelaban llegar a ser dignos de su confianza. Sus palabras caían sobre sus almas sedientas con poder bendito y vivificante. Se despertaban nuevos impulsos y se abría la posibilidad de una vida nueva ante esos parias de la sociedad... Un cristiano bondadoso y cortés es el argumento más poderoso en favor del Evangelio.—The Signs of the Times, 16 de julio de 1902. ELC 183.4