Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, y con labios de júbilo te alabará mi boca, cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche. Salmos 63:5, 6. ELC 123.1
*Escrito durante un largo periodo de enfermedad y sufrimiento mientras la autora estaba en Australia. He pasado muchas horas de insomnio y de dolor, pero se me han presentado las preciosas promesas de Dios, muy frescas y con poder vivificante para mi mente. El querido Salvador ha estado muy cerca de mí, y me agrada meditar en el amor de Jesús. Su tierna compasión y las lecciones que dio a sus discípulos llegan a ser claras y tan llenas de significado que son el alimento del alma como maná celestial... Cuando el Señor ve oportuno decir: “Estate aquí acostado pacientemente y reflexiona”, y cuando el Espíritu Santo trae muchas cosas a mi memoria, preciosas más de lo que puede expresarse, no veo qué razón tengo para quejarme... Recordé los versos que han sido un consuelo para mí muchas veces en mi aflicción: ELC 123.2
“No puedo ver un paso adelante al comenzar un nuevo año;
pero Dios me cuidó en el pasado, él me mostrará el futuro,
y lo que a lo lejos parece oscuro quizá brille de cerca.
“Bendita y confiada ignorancia: es mejor no saber;
me sostiene en los poderosos brazos que no me dejarán
y susurra a mi triste alma que descanse en el pecho
amoroso.
“Así sigo, sin saber, ni quisiera saber si pudiera.
Prefiero en lo negro ir con Dios que solo en la luz;
caminaría por fe con él, antes que solo por vista.
“Mi corazón retrocede ante la prueba que pueda haber
en el futuro,
pero no tengo dolor que el amado Señor no haya permitido.
Así que rechazo las lágrimas susurrando: Él sabe”. —Manuscrito 40, 1892. ELC 123.3