¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Salmos 73:25. ELC 144.1
El alma que mantiene encendido el amor de Cristo está llena de libertad, de luz y gozo en Cristo. En un alma tal no hay pensamientos divididos. El hombre entero desea ardientemente a Dios. No acude a los hombres en busca de consejo, para conocer su deber, sino al Señor Jesús, la fuente de toda sabiduría. Investiga la Palabra de Dios para encontrar en ella cuanta norma haya sido establecida. ELC 144.2
¿Podremos encontrar una guía más segura que el Señor Jesús? La verdadera religión está comprendida en la Palabra de Dios y consiste en estar bajo la dirección del Santo en pensamiento, palabra y hecho. El que es el camino, la verdad y la vida toma a la persona humilde, ferviente y devota que lo busca y dice: Sígueme. La guía por el camino angosto a la santidad y al cielo. Cristo ha abierto este camino para nosotros con un gran costo para sí mismo. No se nos ha dejado que tropecemos en las tinieblas mientras vamos por el camino. Jesús está a nuestra diestra proclamando: Yo soy el camino. Y todos los que decidan seguir plenamente al Señor serán guiados por la senda real, es más, el sendero divino ha sido trazado para que los redimidos del Señor vayan por él.—Manuscrito 130, 1897. ELC 144.3
Cuanto más aprendemos de Cristo por su Palabra, tanto más sentimos nuestra necesidad de él en nuestra experiencia. No deberíamos descansar hasta que podamos descansar al llevar el yugo de Cristo y sus cargas. Cuanto más fieles seamos en su servicio, tanto más lo amaremos, tanto más lo ensalzaremos. Todo deber, grande o pequeño, que realicemos, será hecho con fidelidad, y al seguir conociendo a nuestro Señor, tanto mayor será nuestro deseo de glorificarlo.—Manuscrito 13, 1897. ELC 144.4
¿Podemos decir al contemplar a nuestro Redentor: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”?—Ibid. ELC 144.5