Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia. Proverbios 3:13. ELC 143.1
El temor del Señor es el principio de la sabiduría, y el hombre que accede a ser modelado y plasmado a la semejanza divina, es el ejemplar más noble de la obra de Dios... ELC 143.2
El conocimiento experimental de la verdadera piedad en la consagración y el servicio diarios a Dios, asegura la cultura más elevada de la mente, el alma y el cuerpo... La recepción del poder divino honrará nuestros sinceros esfuerzos en busca de sabiduría para el uso concienzudo de nuestras facultades más elevadas para honra de Dios y bendición de nuestros semejantes. Como estas facultades son derivadas de Dios y no autocreadas, deberían ser apreciadas como talentos de Dios para ser empleados en su servicio. ELC 143.3
Las facultades mentales que el Cielo nos da deben ser tratadas como los poderes más elevados para gobernar el reino del cuerpo. Los apetitos y pasiones naturales deben ser puestos bajo el control de la conciencia y los afectos espirituales... ELC 143.4
La religión de Jesucristo nunca degrada a quien la recibe, nunca lo hace rudo o torpe, descortés o presumido, apasionado o duro de corazón. Al contrario, refina el gusto, santifica el juicio, purifica y ennoblece los pensamientos llevándolos en cautividad a Jesucristo. El ideal de Dios para sus hijos excede el más elevado pensamiento humano. El Dios viviente ha dado en su santa ley un trasunto de su carácter. El mayor Maestro que el mundo haya conocido alguna vez es Jesucristo. ¿Y cuál es la norma que ha dado para que la alcancen todos los que creen en él? “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Así como Dios es perfecto en su elevada esfera de acción, el hombre puede ser perfecto en su esfera humana. El ideal del carácter cristiano es la semejanza a Cristo.—Manuscrito 16, 1896. ELC 143.5