Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera. Apocalipsis 21:23. FV 365.1
“Allí está la nueva Jerusalén, la metrópoli de la nueva tierra glorificada, ‘corona de hermosura en la mano de Jehová, y una diadema real en la mano de nuestro Dios.’ ‘Su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, transparente como el cristal.’ ‘Las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traen a ella su gloria.’ FV 365.2
“En la ciudad de Dios ‘no habrá ya más noche.’ Nadie necesitará ni deseará descanso. No se cansarán haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. ‘No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará.’ La luz del sol será sobrepujada por un brillo que sin deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece. Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita de sol. FV 365.3
“‘No vi templo en ella; porque el Señor Dios, el Todopoderoso y el Cordero son el templo de ella.’ Apocalipsis 21:3. El pueblo de Dios tiene el privilegio de comunicarse directamente con el Padre y el Hijo. ... Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su aspecto.”—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 734, 735. FV 365.4