Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua. Proverbios 31:26. RJ 181.1
Cuando la madre pueda hablar una palabra de felicitación por la buena conducta de sus hijos, debiera hacerlo. Debiera animarlos con palabras de aprobación y miradas de amor. Esto será como luz del sol al corazón de un niño y conducirá al cultivo del respeto propio y el orgullo del carácter... RJ 181.2
Los niños tienen naturaleza sensible y amante. Se los puede agradar fácilmente pero también hacerlos fácilmente infelices. Por una suave disciplina con palabras y actos amorosos, las madres pueden ligar sus hijos a sus corazones. Manifestar severidad y ser exigentes con los niños son grandes errores. Se necesita firmeza uniforme y control desapasionado para la disciplina de toda familia. Diga lo que tiene que decir y lleve a cabo lo que dice sin desvíos. RJ 181.3
Dará recompensas el manifestar afecto en su asociación con sus hijos. No los rechace por su falta de simpatía en sus juegos, alegrías y tristezas infantiles.—Testimonies for the Church 3:532. RJ 181.4
Los niños pequeños son un espejo de la madre en quienes ella puede ver reflejados sus propios hábitos y semblante, y puede distinguir aun los tonos de su propia voz. ¡Cuán cuidadoso entonces debiera ser su lenguaje y conducta en la presencia de estos pequeños aprendices que la toman por ejemplo! Si desea que sean amables en su conducta, y tratables, debe cultivar estos rasgos en sí misma. RJ 181.5
Cuando los niños aman y confían en su madre, y son obedientes a ella, les han sido enseñadas las primeras lecciones para ser cristianos... RJ 181.6
En vista de la responsabilidad individual de las madres, toda mujer debería desarrollar una mente bien balanceada y un carácter puro reflejando sólo lo verdadero, lo bueno y lo hermoso. La esposa y madre puede ligar a su esposo y sus hijos a su corazón con un amor invariable, manifestado en palabras amables y conducta cortés que, como regla, será copiado por sus hijos. RJ 181.7
La cortesía es barata, pero tiene poder para suavizar las naturalezas que se volverían duras y rústicas sin ella. La cortesía cristiana debería reinar en todo hogar. El cultivo de una cortesía uniforme, y de una disposición a hacer por otros lo que nos gustaría que hicieran por nosotros, destruiría la mitad de los males de la vida. El principio inculcado en el mandato: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal” (Romanos 12:10), es la piedra angular del carácter cristiano... La cortesía cristiana es la cadena de oro que une a los miembros de la familia con vínculos de amor, haciéndolos más cercanos y más fuertes cada día.—The Health Reformer, agosto de 1877. RJ 181.8