Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos. Proverbios 16:24. RJ 183.1
La madre debe cultivar un genio alegre, contento y feliz. Todo esfuerzo hecho en este sentido será recompensado con creces en el bienestar físico y el carácter moral de sus hijos. Un genio alegre fomentará la felicidad de su familia y mejorará en alto grado su propia salud. RJ 183.2
Ayude el marido a su esposa con su simpatía y cariño constante. Si quiere que se conserve lozana y alegre, de modo que sea como un rayo de sol en la familia, ayúdele a llevar sus cargas. La bondad y la amable cortesía que le demuestre serán para ella un precioso aliento, y la felicidad que sepa comunicarle allegará gozo y paz a su propio corazón... RJ 183.3
Grandes son el honor y la responsabilidad de padres y madres por estar como en vez de Dios ante sus hijos. Su carácter, su conducta y sus métodos de educación deben interpretar las palabras divinas a sus pequeñuelos. La influencia de los padres ganará o ahuyentará la confianza de los hijos en las promesas del Señor. RJ 183.4
Dichosos los padres cuya vida es un reflejo fiel de la vida divina, de modo que las promesas y los mandamientos de Dios despierten en los hijos gratitud y reverencia; dichosos los padres cuya ternura, justicia y longanimidad interpreten fielmente para el niño el amor, la justicia y la paciencia de Dios; dichosos los padres que al enseñar a sus hijos a amarlos, a confiar en ellos y a obedecerles, les enseñen a amar a su Padre celestial, a confiar en El y a obedecerle. Los padres que hacen a sus hijos semejante dádiva los enriquecen con un tesoro más precioso que los tesoros de todas las edades, un tesoro tan duradero como la eternidad. RJ 183.5
En los hijos confiados a su cuidado, toda madre tiene un santo ministerio recibido de Dios. El le dice: “Toma a este hijo, a esta hija; edúcamelo; fórmale un carácter pulido, labrado para el edificio del templo, para que pueda resplandecer eternamente en las mansiones del Señor”... RJ 183.6
Hay un Dios en lo alto, y la luz y gloria de su trono iluminan a la madre fiel que procura educar a sus hijos para que resistan la influencia del mal. Ninguna otra obra puede igualarse en importancia con la suya... RJ 183.7
La madre que aprecie esta obra considerará de valor inapreciable sus oportunidades. Por lo tanto, mediante su propio carácter y sus métodos de educación, se empeñará en presentar a sus hijos el más alto ideal... Estudiará su Palabra con diligencia. Tendrá su mirada fija en Cristo, para que su experiencia diaria, en el humilde círculo de sus cuidados y deberes, sea reflejo fiel de la única Vida verdadera.—El Ministerio de Curación, 290-292. RJ 183.8