El rey... lo puso [a José] por señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus grandes como él quisiese, y a sus ancianos enseñara sabiduría. Salmos 105:20-22. RJ 184.1
En su niñez [a José] se le había enseñado a amar y temer a Dios. A menudo se le había contado, en la tienda de su padre, bajo las estrellas de Siria, la historia de la visión nocturna de Betel, de la escalera entre el cielo y la tierra, de los ángeles que subían y bajaban, y de Aquel que se reveló a Jacob desde el trono de lo alto. Se le había contado la historia del conflicto habido junto al Jaboc, donde, después de renunciar a pecados arraigados, Jacob fue vencedor y recibió el título de príncipe con Dios. RJ 184.2
Mientras era pastorcillo y cuidaba los rebaños de su padre, la vida pura y sencilla de José había favorecido el desarrollo de las facultades físicas y mentales. Por la comunión con Dios mediante la naturaleza, y el estudio de las grandes verdades transmitidas de padre a hijo, como cometido sagrado, obtuvo fuerza mental y firmeza de principios. RJ 184.3
Cuando se produjo la crisis de su vida, durante el viaje terrible que hizo desde el hogar de su niñez, situado en Canaán, a la esclavitud que le esperaba en Egipto, al contemplar por última vez las colinas que ocultaban las tiendas de su parentela, José recordó al Dios de su padre. Recordó las lecciones aprendidas en su niñez y su alma se conmovió cuando hizo la resolución de ser fiel, y conducirse siempre como corresponde a un súbdito del Rey del cielo. RJ 184.4
José permaneció fiel durante su amarga vida como extranjero y esclavo, en medio de las escenas y los ruidos del vicio y las seducciones del culto pagano, culto rodeado de todos los atractivos de la riqueza, la cultura y la pompa de la realeza. Había aprendido la lección de la obediencia al deber. La fidelidad en cualquier situación, desde la más humilde a la más encumbrada, adiestró todas sus facultades para un servicio más elevado. Cuando fue llamado a la corte de Faraón, Egipto era la nación más poderosa. En cuanto a civilización, arte y ciencia, no tenía rival. José administró los negocios del reino en una época de dificultad y peligro extremos, y lo hizo de un modo que cautivó la confianza del rey y del pueblo. Faraón lo puso por “señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus grandes como él quisiese, y a sus ancianos enseñara sabiduría”... RJ 184.5
La lealtad a Dios, la fe en el Invisible, constituían el ancla de José. En esto residía el secreto de su poder. “Y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob”. Génesis 49:24. RJ 184.6
José y Daniel demostraron ser fieles a los principios de la educación recibida en su niñez, fieles a Aquel de quien eran representantes.—La Educación, 52-54, 56, 57. RJ 184.7