Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas. Salmos 84:5. RJ 299.1
Ninguno de nosotros es lo que podría ser, lo que Dios quisiera que fuéramos, y lo que su Palabra demanda que seamos. Nuestra incredulidad nos separa de Dios; puesto que en todo momento podemos elevar nuestras almas a El para encontrar gracia y fuerzas. Cuando Cristo venga, nuestros cuerpos viles serán transformados, y hechos semejantes a su cuerpo glorioso; pero el carácter vil no será santificado entonces. La transformación del carácter debe ocurrir antes de su venida. Nuestra naturaleza debe ser pura y santa; debemos tener el sentir de Cristo, para que podamos contemplar con placer su imagen reflejada en nuestras almas. RJ 299.2
Enoc tuvo un carácter notable, y muchos miran su vida como muy por encima de lo que la generalidad de los mortales puede alguna vez alcanzar. Pero la vida y el carácter de Enoc, que fueron tan santos que pudo ser trasladado al cielo sin ver muerte, representa las vidas y los caracteres de todos los que serán trasladados cuando Cristo venga. Su vida fue lo que puede ser la vida de cada persona que vive cerca de Dios. Debiéramos recordar que Enoc estuvo rodeado de influencias impías. La sociedad que lo rodeaba era tan depravada que Dios trajo el diluvio sobre el mundo para destruir a sus habitantes, a causa de su corrupción. RJ 299.3
Si Enoc viviera en la tierra hoy, su corazón estaría en armonía con todos los requerimientos de Dios; caminaría con Dios, aunque estuviera rodeado de las influencias más degradantes y malvadas. Las palmeras representan bien la vida de un cristiano. Se mantienen erguidas en medio de las arenas ardientes del desierto, y no mueren; porque obtienen su sustento de las fuentes que están debajo de la superficie. RJ 299.4
José conservó su integridad cuando estuvo rodeado de idólatras en Egipto, en medio del pecado, la blasfemia e influencias corruptoras. Cuando fue tentado a apartarse de la senda de la virtud su respuesta fue: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Génesis 39:9. Enoc, José y Daniel dependieron de una fuerza que era infinita; y éste es el único camino seguro para los cristianos de hoy. RJ 299.5
La vida de estos hombres destacados estaba escondida con Cristo en Dios. Fueron leales a Dios, puros en medio de la depravación, devotos y fervientes cuando fueron puestos en contacto con el ateísmo y la idolatría. Mediante la gracia divina cultivaron sólo aquellas cualidades que fueron favorables para el desarrollo de caracteres puros y santos. RJ 299.6
Así puede suceder con nosotros. El espíritu que poseyeron Enoc, José y Daniel también podemos tenerlo nosotros; podemos aprovechar la misma fuente de fuerzas, poseer el mismo poder de dominio propio, y las mismas gracias pueden brillar en nuestras vidas.—The Signs of the Times, 11 de noviembre de 1886. RJ 299.7