Pero Dios... juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús. Efesios 2:4, 6. RJ 310.1
Si recordáramos siempre los trascendentales acontecimientos que pronto han de ocurrir, no seríamos tan débiles de carácter. Sentiríamos que estamos viviendo en la presencia de Dios, y asombrados y atónitos atenderíamos la orden: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Salmos 46:10. Oh, ¿cuándo nos daremos cuenta del verdadero valor de la obra e intercesión de nuestro Salvador? ¿Cuándo descansaremos con plena confianza en El, para vivir una vida noble, pura y dedicada? ¡A qué alturas puede llegar la imaginación santificada e inspirada por las virtudes de Cristo! Podemos percibir las glorias del futuro mundo eterno. Podemos vivir como viendo al Invisible. Caminemos por fe, no por vista... RJ 310.2
Por la investigación de las Escrituras podemos llegar a comprender lo que somos para Cristo y lo que El es para nosotros. Por la contemplación de El hemos de ser cambiados a su imagen, llegando a ser colaboradores con El, representantes de El en vida y carácter. Debemos aprender a darnos cuenta de que hemos de vivir como hijos e hijas de Dios, amando a Dios por sobre todas las cosas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Hemos de amar la perfección porque Jesús es la personificación de la perfección, el gran centro de atracción. La vida que ahora vivimos debemos vivirla por fe en el Hijo de Dios. RJ 310.3
Si seguimos a Cristo no tendremos una experiencia irregular, y no seremos movidos por las circunstancias o influidos por lo que nos rodea. No permitiremos que los sentimientos nos controlen, ni que caigamos en la envidia, en la irritación, en la crítica, los celos y la vanidad. RJ 310.4
Estas son las cosas que nos ponen fuera de tono con la armoniosa vida de Cristo y nos impiden llegar a ser vencedores. Debiéramos ser motivados por el noble propósito de ganar victorias a diario, y por la vigilancia y la oración sincera llegar a tener el control completo del yo. Cuando les sobrevengan pequeñas pruebas, y se les hablen palabras que hieran y lastimen el alma, díganse a sí mismos: “Soy un hijo de Dios, heredero con Jesucristo, colaborador del Cielo, no puedo enojarme fácilmente ni estar pensando siempre en el yo; pues esto producirá un carácter distorsionado y no es digno de mi alta vocación. Mi Padre celestial me ha dado una tarea para hacer, y quiero hacerla dignamente por amor a su nombre”. RJ 310.5
Debiéramos considerar ferviente y continuamente la excelencia del carácter de Jesucristo, para que podamos impartir sus bendiciones y conducir a los hombres a seguir sus pisadas.—The Signs of the Times, 10 de julio de 1893. RJ 310.6