Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Lucas 17:26, 27. RJ 313.1
El pecado por naturaleza se extiende y crece. Desde el primer pecado de Adán, se ha difundido de una generación a otra como una enfermedad contagiosa. Mientras el mundo aún era joven, el pecado llegó a ser terrible por sus proporciones. El odio por la ley divina y, como consecuencia inevitable, el odio por todo lo bueno, llegó a ser universal. Dios, que creó al hombre y lo dotó generosamente con la abundancia de su providencia, fue deshonrado por los seres que había creado, despreciado y desdeñado por los receptores de sus dones. Pero aunque el hombre pecador olvidó a su benefactor benevolente, Dios no olvidó a la criatura que había formado. No sólo envió “lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y alegría” el corazón de los hombres (Hechos 14:17), sino que también envió mensajes de advertencia y de súplica. El hombre fue confrontado con su propia iniquidad y con el resultado de la trasgresión a la ley divina. RJ 313.2
En los días de Noé, la impiedad del mundo llegó a ser tan grande que Dios no pudo soportarla más... Pero tuvo piedad de la raza humana, y en su amor proveyó un refugio para todos los que lo aceptaran. Dio este mensaje a Noé para que lo entregara a los hombres: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” Génesis 6:3. El Espíritu de Dios continuó trabajando con denuedo por los hombres rebeldes hasta que el tiempo estipulado estuvo a punto de expirar, Noé y su familia entraron en el arca, y la mano de Dios cerró la puerta. La misericordia había bajado del trono dorado para no interceder más por el pecador culpable. RJ 313.3
No todos los miembros de aquella generación fueron paganos idólatras en el pleno sentido de la palabra. Muchos tuvieron un conocimiento de Dios y de su ley; pero no sólo rechazaron el mensaje del fiel predicador de justicia, sino que usaron toda su influencia para impedir que otros obedecieran a Dios. Para todos hay un día de rendición de cuentas. Aquella generación tuvo su día de oportunidad y de privilegio mientras Noé levantaba su voz advirtiendo de la destrucción venidera; pero aquellos hombres no entregaron sus mentes al control de Dios sino al de Satanás y él los engañó, como lo había hecho con nuestros primeros padres. Puso ante ellos oscuridad y falsedad en lugar de luz y verdad; y ellos aceptaron sus sofisterías y mentiras, pues les resultaban aceptables y armonizaban con sus vidas corruptas, mientras rechazaban como engaño la verdad que podía haberlos salvado. Las multitudes no estuvieron de parte de la justicia.—The Signs of the Times, 1 de abril de 1886. RJ 313.4