Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Mateo 3:2. RJ 331.1
Dios fue el maestro de Juan el Bautista durante su vida en el desierto. Estudió las manifestaciones de Dios en la naturaleza. Bajo la conducción del Espíritu divino estudió los rollos de los profetas. Durante el día y la noche Cristo fue el objeto de su estudio y de su meditación, hasta que su mente, su corazón y su espíritu fueron llenos de la visión gloriosa. RJ 331.2
Contempló al Rey en su hermosura y perdió de vista el yo. Al admirar la majestad de la santidad supo que él era ineficaz e indigno. Pero debía comunicar el mensaje de Dios. Debía permanecer por el poder de Dios y su justicia. Estaba dispuesto a salir como mensajero del cielo, sin ningún temor por los hombres, porque había contemplado a la Divinidad. Podía estar sin miedo en la presencia de los monarcas terrenos, porque se había inclinado ante el Rey de reyes. RJ 331.3
Juan pronunció su mensaje sin argumentos elaborados ni teorías intrincadas. Su voz, alarmante y firme, pero llena de esperanza, se escuchó desde el desierto: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Conmovía al pueblo con un nuevo y extraño poder. Toda la nación estaba agitada. Multitudes se trasladaban al desierto. RJ 331.4
Humildes campesinos y pescadores de los alrededores; soldados romanos de los cuarteles de Herodes; capitanes con sus espadas en la cintura, listos para reprimir todo lo que pudiera tener olor a rebelión; avaros recolectores de impuestos que dejaban sus casillas de peaje, y sacerdotes miembros del Sanedrín, con sus vestidos adornados de filacterias—todos escuchaban fascinados; aun el fariseo y el saduceo, el frío e inmutable burlador, se marchaban con su burla silenciada y con su corazón herido por el sentido de sus propios pecados. Herodes escuchó el mensaje en su palacio, y el gobernador orgulloso y endurecido por el pecado tembló ante el llamado al arrepentimiento. RJ 331.5
En este tiempo, justo antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo, debe realizarse una labor semejante a la de Juan. Dios llama a los hombres que prepararán a un pueblo para estar firme en el gran día del Señor... Como pueblo... tenemos un mensaje que llevar: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12) Nuestro mensaje debe ser tan directo como lo fue el mensaje de Juan. El reprochó la iniquidad de los reyes. Y aunque su vida estuvo en peligro, no vaciló en comunicar la Palabra de Dios. Así de fiel debe ser nuestra obra en este tiempo. RJ 331.6
Para dar un mensaje como el de Juan, debemos tener una experiencia espiritual semejante a la suya. La misma obra debe producirse en nosotros. Hemos de contemplar a Dios, y al hacerlo, perder de vista el yo. Juan compartía en su naturaleza las faltas y las flaquezas de la humanidad, pero el toque del amor divino lo había transformado.—Testimonies for the Church 8:331-333. RJ 331.7