Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Juan 14:8. RJ 346.1
Poco antes de la ascensión de Cristo, Felipe le dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta”. Apesadumbrado por su incredulidad Cristo se volvió hacia él, y dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?”Juan 14:9. ¿Es posible que haya caminado y hablado contigo, que te haya alimentado con milagros, y aún no comprendas que soy el enviado de Dios, ‘el Camino, la Verdad y la Vida’, que he venido del cielo para representar al Padre? RJ 346.2
“¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:10, 9), porque soy el resplandor de su gloria y la misma imagen de su persona... RJ 346.3
Demasiado a menudo herimos el corazón de Jesús con nuestra incredulidad. Nuestra fe es miope, y permitimos que las pruebas hagan aflorar nuestras tendencias heredadas y cultivadas hacia el mal. Ante circunstancias difíciles deshonramos a Dios por la murmuración y la queja. En vez de esto, debiéramos demostrar que hemos aprendido en la escuela de Cristo, ayudando a otros que están en peor condición que la nuestra, a los que buscan la luz, pero que son incapaces de encontrarla. Estos necesitan de nuestra simpatía, y sin embargo, en vez de intentar elevarlos somos indiferentes hacia ellos, concentrándonos en nuestros propios intereses o pruebas. Si no manifestamos una marcada incredulidad, desarrollamos un espíritu de murmuración y de queja. RJ 346.4
“¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”Mateo 14:31. Cristo ha demostrado ser nuestro Salvador que siempre está presente. Conoce todas nuestras circunstancias, y en la hora de la prueba, ¿no podemos orar a Dios pidiéndole que nos dé el Espíritu Santo para recordar sus múltiples manifestaciones de poder en nuestro favor? ¿No podemos creer que El está tan dispuesto a ayudarnos como en ocasiones anteriores? La forma en la cual Cristo trató con sus siervos en el pasado no debe borrarse de nuestras mentes, sino que el recuerdo de su intervención debe fortalecernos y sostenernos. RJ 346.5
Ninguna tribulación, por grande que sea, puede separarnos de Cristo. Si El nos conduce a Refidim, es porque El ve que es para nuestro bien y para gloria de su nombre. Si contemplamos a Jesús con fe y confianza, El transformará, a su debido tiempo, las amargas aguas de Mara en dulce manantial. El puede abrir la dura roca para que de ella brote una fresca corriente. ¿No tenemos razones para elevar nuestras voces en alabanza y acción de gracias por las misericordias recibidas, y avanzar con plena certeza de que El es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones?—The Signs of the Times, 17 de septiembre de 1896. RJ 346.6