Se les debe pagar así como se paga a sus esposos—El ministro y su esposa deben salir juntos cuando esto sea posible. La esposa, con frecuencia puede trabajar junto a su marido cumpliendo una tarea noble. Puede visitar los hogares y ayudar a las dueñas de casa en una forma como su esposo no podría hacerlo... Ev 358.3
Elegid a mujeres que desempeñen su parte con fervor. El Señor utilizará a mujeres inteligentes en la obra de enseñar. Y nadie piense que no deben recibir remuneración por sus labores esas mujeres que comprenden la Palabra y tienen habilidad para enseñar. Debiera pagárseles así como se les paga a sus esposos. Hay una gran obra que deben realizar las mujeres en la causa de la verdad presente. Mediante el ejercicio de tacto femenino y el uso sabio de sus conocimientos de la verdad bíblica, pueden eliminar dificultades que nuestros hermanos no podrían enfrentar. Necesitamos obreras para que trabajen en relación con sus esposos, y debiéramos animar a las que desean dedicarse a este ramo del esfuerzo misionero.—Carta 142, 1909. Ev 358.4
No sólo las mujeres deben sacrificarse—En nuestro mundo debe llevarse a cabo una gran obra, y en ésta debe emplearse todo talento de acuerdo con los principios de justicia. Si el Señor designa a una mujer para que lleve a cabo cierta obra, su trabajo debe estimarse de acuerdo con su valor. Cada obrero debe recibir su justa paga. Ev 359.1
Puede haberse pensado que un buen plan es permitir que la gente dedique sus talentos y su trabajo fervoroso a la obra de Dios sin recibir nada de la tesorería. Pero esto equivale a establecer diferencias, y a retener egoístamente lo que le corresponde a esas obreras. Dios no puede aprobar este plan. Los que inventaron este método pueden haber pensado que hacían un servicio a Dios al no sacar dinero de la tesorería para pagar el trabajo de esas obreras temerosas de Dios y amantes de las almas. Pero con el tiempo habrá que rendir cuentas, y entonces los que ahora piensan que esta extorsión, esta discriminación, es un recurso sabio, se avergonzarán a causa de su egoísmo. Dios ve estas cosas con un criterio muy diferente del criterio con que las ven los hombres finitos. Ev 359.2
Los que trabajan con fervor y sin egoísmo, sean hombres o mujeres, llevan gavillas al Maestro; y las almas convertidas por su trabajo llevarán sus diezmos a la tesorería. Cuando se requiera abnegación a causa de la escasez de recursos, no se deje que unas pocas mujeres que trabajan duramente hagan todo el sacrificio. Participen todos en el sacrificio. Dios declara: Odio lo que es robado y se ofrece como ofrenda encendida.—Manuscrito 47, 1898. Ev 359.3
Deben ser pagados con el diezmo—El diezmo debiera ir para los que trabajan en palabra y doctrina, sean éstos hombres o mujeres.—Manuscrito 149, 1899. Ev 359.4
Un procedimiento que limitará la cantidad de obreras—Se ha cometido a veces una injusticia para con mujeres que trabajan con tanta consagración como sus esposos, y que son reconocidas por Dios como necesarias para la obra del ministerio. El método de pagar a los obreros varones, y de no pagar a sus esposas que participan de sus labores, no es un plan conforme al mandato del Señor, y si se lleva a cabo en nuestras asociaciones, se corre el riesgo de desanimar a nuestras hermanas en cuanto a calificarse para la obra en la cual deben trabajar. Dios es un Dios de justicia, y si los ministros reciben salario por su trabajo, sus esposas, que se dedican a la obra tan desinteresadamente como ellos, deben recibir su paga en adición al sueldo que perciben sus esposos, aun cuando no lo pidan. Ev 359.5
Los adventistas del séptimo día no deben de ninguna manera despreciar la obra de la mujer. Si una mujer confía el trabajo de su casa a una ayudante fiel y prudente, y deja a sus niños bajo buen cuidado, mientras ella trabaja en la obra, la asociación debe tener bastante sabiduría para comprender que es justo que reciba salario.—Obreros Evangélicos, 468 (1915). Ev 360.1
Dios ha resuelto este asunto—Si las mujeres hacen el trabajo que no es el más agradable para muchos de los que trabajan en palabra y doctrina, y si su obra testifica que están llevando a cabo un trabajo que ha sido manifiestamente descuidado, ¿no debería esa obra considerarse tan rica en resultados como la obra de los ministros ordenados? ¿No debiera eso imponer el empleo de esa obrera?... Ev 360.2
Este asunto no deben resolverlo los hombres. El Señor ya lo ha resuelto. Debéis cumplir vuestro deber con las mujeres que trabajen en el Evangelio, cuya obra testifique que son indispensables para llevar la verdad a las familias. Su obra es justamente la que debe hacerse y debiera estimularse. En muchos sentidos una mujer puede impartir a sus hermanos un conocimiento que los hombres no pueden darles. La causa sufriría una gran pérdida sin esa clase de trabajo realizada por las mujeres. Una vez tras otra el Señor me ha mostrado que las maestras son tan necesarias como los hombres para la obra que Dios les ha designado.—Manuscrito 142, 1903. Ev 360.3