El poder curativo de Dios permea toda la naturaleza. Si un ser humano se corta la piel o se quiebra un hueso, la naturaleza empieza a curar la herida inmediatamente, y de esta forma preserva la vida del hombre. Pero el hombre puede colocarse en una posición en que la naturaleza se vea imposibilitada para hacer su labor... Si se usa el tabaco,... el poder curativo de la naturaleza se debilita en un grado mayor o menor... Cuando se ingiere licor intoxicante, el organismo es incapaz de resistir la enfermedad con el poder de sanamiento original que Dios le otorgó. Es Dios quien ha hecho la provisión para que la naturaleza obre para restaurar las facultades agotadas. El poder es de Dios. Él es el Gran Sanador.—Carta 77, 1899. MM 13.5