Los que pertenecen al pueblo de Dios tienen que aprender muchas lecciones. Gozarán de perfecta paz si mantienen la mente centrada en él, quien es demasiado sabio para errar y demasiado bueno para perjudicarlos. Deben captar el reflejo de la sonrisa de Dios y proyectarla hacia otros. Deben ver cuánta luz del sol pueden introducir en la vida de la gente con quien se relacionan. Han de mantenerse cerca de Cristo, tan cerca que puedan sentarse con él como niñitos suyos, en dulce y santa unidad. Nunca deben olvidar que así como reciben el afecto y el amor de Dios, están bajo la más solemne obligación de impartirlos a los demás. De este modo, pueden ejercer una influencia de gozo que será una bendición para todos los que se relacionen con ellos, y también iluminar su camino. MM 58.3
Aquí es donde los que integran el pueblo de Dios cometen muchos errores. No expresan agradecimiento por el gran don del amor y la gracia de Dios. El egoísmo debe erradicarse del alma. El corazón debe ser purificado de toda envidia, de toda mala suposición. Los creyentes deben recibir constantemente el amor de Dios e impartirlo. Entonces los incrédulos dirán de ellos: “Han estado con Jesús y han aprendido de él. Viven en íntimo compañerismo con Cristo, quien es amor”. El mundo tiene una percepción muy aguda y captará algún conocimiento de parte de los que se sientan juntos en los lugares celestiales en Cristo Jesús. El carácter de los instrumentos humanos de Dios debe ser una copia del carácter de su Salvador... MM 59.1