Quisiera decir a cada estudiante de medicina que desee honrar la causa de Dios durante las escenas finales de la historia de esta tierra: Contemple a Cristo, el Enviado de Dios, quien, en este mundo y en la naturaleza humana, vivió una vida pura, noble y perfecta, dando un ejemplo que todos pueden seguir sin peligro. El Señor extiende su mano para salvar. Responda a la invitación hecha a todos para “que echen mano... de mi fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!” ¡Cuán ávidamente toma el Señor la mano temblorosa en la suya, reteniéndola con calor y firmeza, hasta que los pies se asientan en terreno ventajoso!... MM 95.3
Confiad en Aquel que comprende vuestra debilidad. Manteneos cerca de Cristo; porque el enemigo está listo para llevar cautivo a cualquiera que no esté en guardia... MM 96.1
Son los jóvenes a quienes el Señor quiere como manos auxiliadoras. Samuel era tan sólo un niño cuando el Señor lo usó para hacer una obra buena de misericordia... MM 96.2
Dios envía ángeles a los que con firme perseverancia se esfuerzan por revelar los atributos de Cristo, para darles una visión ampliada de su carácter y obra, de su poder, gracia y amor. Así llegan a ser participantes de su naturaleza, y día tras día crecen hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo. Se ve la santificación del Espíritu en sus pensamientos, palabras y obras. Su ministerio es vida y salvación para todos aquellos con quienes se relacionan. De los tales se declara: “Y vosotros estáis completos en él”.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 469-474. MM 96.3