La Iglesia es la fortaleza de Cristo en un mundo en rebelión, y debe ser estrictamente guardada contra las arteras estratagemas del enemigo. En ella no deben reconocerse leyes contrarias a las leyes de Dios. Aquellos que Dios ha colocado como atalayas no deben mirar pasivamente mientras otros se esfuerzan por desviar a hombres y mujeres por sendas de falsedad. Debe vigilarse cuidadosamente contra los espíritus seductores y las doctrinas de demonios. Dios hace un llamamiento a ministros y médicos misioneros para que tomen una posición firme del lado del bien. Las severas denuncias que Cristo dirigió contra los fariseos por enseñar como doctrina los mandamientos de los hombres, muestran la necesidad de guardarse contra las teorías que no armonizan con las verdades de la Palabra de Dios.—Manuscrito 78, 1904. MM 116.4