Podemos comulgar con Dios en nuestro corazón; podemos andar en compañerismo con Cristo. Mientras atendemos nuestro trabajo diario, podemos exhalar el deseo de nuestro corazón, sin que lo oiga oído humano alguno; pero aquella palabra no puede perderse en el silencio, ni puede caer en el olvido. Nada puede ahogar el deseo del espíritu. Se eleva por encima del trajín de la calle, por encima del ruido de la maquinaria. Es a Dios a quien hablamos, y él oye nuestra oración. MJ 176.2
Pidan, pues; pidan y recibirán. Pidan humildad, sabiduría, valor, aumento de fe. Toda oración sincera recibirá respuesta. Tal vez esta no llegue exactamente como desean, o cuando la esperan; pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor convenga a su necesidad. Las oraciones que eleven en la soledad, en el cansancio, en la prueba, Dios las contestará, no siempre según lo esperan, pero siempre para el bien de ustedes.—Obreros Evangélicos, 267, 268, 271, 272. MJ 176.3