Tanto en el culto en público como en privado, es nuestro privilegio doblegar las rodillas ante el Señor cuando le ofrecemos nuestras peticiones. Jesús, nuestro modelo, “puesto de rodillas oró”.1Lucas 22:41. Acerca de sus discípulos está registrado que también oraban “puestos de rodillas”.2Hechos 21:5. Pablo declaró: “Doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo”.3Efesios 3:14. Al confesar ante Dios los pecados de Israel, Esdras estaba de rodillas.4Esdras 9:5. Daniel, “tres veces al día se arrodillaba, y oraba y daba gracias a Dios”.5Daniel 6:10. MJ 177.1
La verdadera reverencia hacia Dios es inspirada por un sentimiento de su grandeza infinita y de su presencia. Y cada corazón debe quedar profundamente impresionado por este sentimiento de lo invisible. La hora y el lugar de oración son sagrados, porque Dios está allí; y al manifestarse la reverencia en la actitud y la conducta, se ahondará el sentimiento que inspira. “Santo y pavoroso es su Nombre”,6Salmos 111:9 declara el salmista. Los ángeles se velan el rostro cuando pronuncian su nombre. ¡Con qué reverencia, pues, deberíamos nosotros, que somos caídos y pecaminosos, tomarlo en los labios! MJ 177.2
Sería bueno que jóvenes y ancianos meditaran en esas palabras de la Escritura que demuestran cómo debe ser considerado el lugar señalado por la presencia especial de Dios. Dios ordenó a Moisés desde la zarza ardiente: “No te acerques. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es tierra santa”.7Éxodo 3:5. Jacob, después de contemplar la visión de los ángeles, exclamó: “Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía”.8Génesis 28:16.—Obreros Evangélicos, 187, 188. MJ 177.3