La causa de Dios debería estar muy cerca de nuestro corazón. La luz de la verdad llegará a ser una gran bendición para otras familias si los padres y los hijos de la familia que ya ha recibido su bendición la comunican a otros. Pero cuando las dádivas de Dios, tan rica y abundantemente prodigadas, se retienen de él y se destinan egoístamente a nosotros mismos, se experimentará seguramente la maldición de Dios en lugar de su bendición, pues el Señor lo ha declarado. El derecho de Dios debe anteponerse a cualquier otro, y debe satisfacerse primero. Luego hay que atender a los pobres y los necesitados. No se los debe descuidar, sea cual fuere el costo o sacrificio para nosotros. MJ 217.3
“Y haya alimento en mi casa”.2Malaquías 3:10. Es deber de nosotros ser temperantes en todas las cosas: en el comer, en el beber y en el vestir. Deberíamos considerar cuidadosamente nuestras casas y el mobiliario de nuestros hogares, inspirados por el deseo de entregar a Dios lo que es suyo, no solo como diezmos, sino hasta donde sea posible también como dádivas y ofrendas. Muchos podrían estar acumulando tesoros en el cielo si mantuvieran el granero de Dios provisto con la porción que él reclama como suya y con las ofrendas. MJ 217.4
Los que averiguan sinceramente qué es lo que Dios requiere de ellos en cuanto a la propiedad que consideran como propia, deberían escudriñar las Escrituras del Antiguo Testamento y ver qué indicó Cristo a su pueblo en relación a esto, el conductor invisible de Israel en su largo viaje por el desierto. Individualmente deberíamos estar dispuestos a sufrir cualquier molestia, a encontrarnos en cualquier aprieto, antes que robar a Dios la porción que debería ser entregada a su casa. Los que son lectores de la Biblia y creyentes en ella, tendrán en este asunto un inteligente conocimiento de lo que “dijo el Señor”. MJ 217.5