Muchos desprecian la economía, confundiéndola con la tacañería y la mezquindad. Pero la economía se aviene perfectamente con la más amplia liberalidad. Efectivamente, sin economía no puede haber verdadera liberalidad. Hemos de ahorrar para poder dar. MJ 226.4
Nadie puede practicar la verdadera benevolencia sin sacrificio. Solo mediante una vida sencilla, abnegada y de estricta economía podemos llevar a cabo la obra que nos ha sido señalada como a representantes de Cristo. El orgullo y la ambición mundana deben ser desalojados de nuestro corazón. En todo nuestro trabajo ha de cumplirse el principio de la abnegación manifestado en la vida de Cristo. En las paredes de nuestras casas, en los cuadros, en los muebles tenemos que leer esta inscripción: “A los pobres que no tienen hogar acoge en tu casa”. En nuestros roperos tenemos que ver escritas, como con el dedo de Dios, estas palabras: “Viste al desnudo”. En el comedor, en la mesa cargada de abundantes manjares, deberíamos ver trazada esta inscripción: “Comparte tu pan con el hambriento”.1Isaías 58:7. MJ 227.1