Satanás tienta a los niños a ser reservados con sus padres, y a elegir como sus confidentes entre sus compañeros jóvenes e inexpertos, entre quienes no les pueden ayudar, sino que les darán malos consejos [...]. MJ 237.1
Los niños quedarían a salvo de muchos males si fueran más familiares con sus padres. Estos deben desarrollar en sus hijos una disposición a manifestarse confiados y francos con ellos, a acudir a ellos con sus dificultades, a presentarles el asunto tal cual lo ven, y a pedirles consejo cuando se hallan perplejos acerca de qué conducta es la buena. ¿Quiénes pueden ver y señalarles los peligros mejor que sus padres piadosos? ¿Quién puede comprender tan bien como ellos el temperamento peculiar de sus hijos? La madre que ha vigilado todo el desarrollo de la mente desde la infancia, y conoce su disposición natural, es la que está mejor preparada para aconsejar a sus hijos. ¿Quién puede decir como la madre, ayudada por el padre, cuáles son los rasgos de carácter que deben ser refrenados y mantenidos en jaque? MJ 237.2