Los hijos cristianos preferirán el amor y la aprobación de sus padres temerosos de Dios a toda bendición terrenal. Amarán y honrarán a sus padres. Hacer a sus padres felices debe ser una de las principales preocupaciones de su vida. En esta era de rebelión, los hijos no han recibido la debida instrucción y disciplina, y tienen poca conciencia de sus obligaciones hacia sus padres. Sucede a menudo que cuanto más hacen sus padres por ellos, más ingratos son y menos los respetan. MJ 237.3
Los niños que han sido mimados y rodeados de cuidados, esperan siempre un trato tal; y si su expectativa no se cumple, se chasquean y desalientan. Esa misma disposición se verá en toda su vida. Serán incapaces, dependerán de la ayuda ajena, y esperarán a que los demás los favorezcan y cedan a sus deseos. Y si encuentran oposición, aun en la edad adulta, se creen maltratados; y así recorren su senda por el mundo acongojados, apenas capaces de llevar su propio peso, murmurando e irritándose a menudo porque todo no les sale a pedir de boca [...]. MJ 238.1
Los hijos deben sentir que tienen una deuda con sus padres, quienes los han vigilado durante su infancia y cuidado en tiempos de enfermedad. Deben darse cuenta de que sus padres han sufrido mucha ansiedad por ellos. Los padres piadosos y concienzudos han sentido especialmente el más profundo interés en que sus hijos eligieran el buen camino. ¡Cuánta tristeza sintieron en su corazón al ver defectos en sus hijos! Si estos, que causaron tanto dolor a esos corazones, pudieran ver el efecto de su conducta, se arrepentirían ciertamente de ella. Si pudieran ver las lágrimas de su madre, y oír sus oraciones a Dios en favor de ellos, si pudieran escuchar sus reprimidos y entrecortados suspiros, su corazón se conmovería, y prestamente confesarían sus pecados y pedirían perdón [...]. MJ 238.2