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El hijo pródigo MJ 289

La lección del hijo pródigo se ha dado para instrucción de la juventud. En su vida de placer y prácticas pecaminosas, gasta su porción de la herencia en costumbres disolutas. Lo abandonan los amigos en un país extraño; viste harapos y está hambriento, anhelando hasta el alimento que desechan los cerdos. Su última esperanza es regresar, penitente y humillado, a la casa de su padre, quien lo atrae nuevamente a su corazón, y es bien recibido y perdonado. Muchos jóvenes están haciendo lo que él hizo, viviendo una vida indiferente, dedicada al placer, al derroche, abandonando la fuente de agua viva, la fuente del verdadero placer, y cavando para sí mismos cisternas rotas que no pueden contener agua. MJ 289.3