Dios ha colocado a los hombres en el mundo, y estos tienen el privilegio de comer, beber, comerciar, casarse y darse en matrimonio; no obstante, lo único seguro es hacer estas cosas en el temor de Dios. Deberíamos vivir en este mundo teniendo en cuenta el mundo eterno. El gran crimen en los matrimonios de los días de Noé era que los hijos de Dios formaban alianzas con las hijas de los hombres. Los que profesaban reconocer y reverenciar a Dios se asociaban con quienes eran de corazón corrompido, y se casaban, sin distinción, con quienes querían. Hoy en día hay muchos que no tienen experiencia religiosa profunda y que harán exactamente las cosas que se hacían en los días de Noé. Contraerán matrimonio sin considerar cuidadosamente el asunto ni orar al respecto. Muchos aceptan los votos sagrados con tanta ligereza como si efectuasen una transacción comercial; el amor verdadero no es el motivo de la alianza. MJ 322.1