Deben apartarse del terreno encantado de Satanás y no permitir que sus mentes sean disuadidas de la alianza con Dios. En Cristo pueden y deben ser felices y adquirir hábitos de dominio propio. Aun sus pensamientos han de ser sujetados a la voluntad de Dios, y los sentimientos puestos bajo el control de la razón y la religión. La imaginación no les fue dada para permitir que anduviera desbocada siguiendo su propia voluntad, sin que se hiciera esfuerzo alguno para restringirla o disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sentimientos también lo serán; y los pensamientos y los sentimientos combinados constituyen el carácter moral de la persona. Cuando deciden que como cristianos no se requiere que dominen los pensamientos y los sentimientos, caen bajo la influencia de los ángeles malos e invitan su presencia y su control. Si ceden a sus impresiones y permiten que sus pensamientos se encaucen en dirección de la sospecha, la duda y el descontento, se contarán entre los mortales más infelices y sus vidas acabarán siendo un fracaso.—Testimonios para la Iglesia 5:289, 290. MJ 64.1