Podremos jactarnos de estar libres de muchas faltas de las que otros son culpables, pero aunque tengamos algunos puntos fuertes en nuestro carácter y tan solo un punto débil, hay comunión entre el pecado y el alma. El corazón se halla dividido en su servicio, y dice: “Algo consagro al yo y algo a Dios”. El hijo de Dios debe buscar el pecado que ha acariciado y ha practicado, y permitir que Dios lo desaloje de su corazón. Debe vencer ese pecado, pues no es asunto trivial a la vista de Dios. MJ 63.2
Alguien dice: “No soy nada suspicaz, pero cuando soy provocado digo cosas hirientes, aunque después siempre lamento el haberme airado”. Otro dice: “Tengo esta o aquella falta, pero detesto tal o cual ruindad manifestada por cierta persona de mi relación”. El Señor no nos ha dado una lista graduada de pecados de modo que consideremos a algunos de poca consecuencia y digamos que harán poco daño, mientras que otros sean de mayor magnitud y causen mayor perjuicio. MJ 63.3
Ninguna cadena es más fuerte que su eslabón más débil. Podemos considerar cierta cadena como buena en conjunto, pero si un eslabón es débil, no se puede tener confianza en ella. La tarea de vencer debe ser el tema de estudio de cada alma que entre en el reino de Dios. No debe ser pronunciada la palabra impaciente que palpita en los labios. Debe ser apartado el pensamiento de que su carácter no es debidamente estimado, pues debilita su influencia y produce como seguro resultado la disminución de la estima en que otros los tienen. Deberían vencer la idea de que son mártires y asirse de la promesa de Cristo, que dice: “Bástate mi gracia”.12 Corintios 12:9.—The Review and Herald, 1 de agosto de 1893. MJ 63.4