La cadena dorada del amor, que liga los corazones de los creyentes en unidad, con vínculos de amistad y de amor, y en unidad con Cristo y el Padre, realiza la perfecta conexión y da al mundo un testimonio del poder del cristianismo que no puede ser controvertido [...]. Entonces el egoísmo será desarraigado y no existirá más y no habrá luchas ni divisiones. No existirá obstinación en ninguno que esté unido con Cristo. Nadie manifestará la obcecada independencia del hijo descarriado e impulsivo, que desecha la mano que se extiende para conducirlo, y tropieza y anda en sus propios caminos.—Nuestra Elavada Vocacion, 175 (1893). 1MCP 213.2