“Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Mateo 7:12. Como fruto de una conducta tal se verán resultados bienaventurados. “Con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. Lucas 6:38. Estos son los poderosos motivos que deben constreñirnos a amarnos unos a otros con corazón puro y con fervor. Cristo es nuestro ejemplo. Él anduvo haciendo bienes. Vivió para beneficiar a otros. El amor embelleció y ennobleció todas sus acciones. 1MCP 213.3
No se nos ordena que nos hagamos a nosotros mismos lo que desearíamos que otros hicieran con nosotros; debemos hacer a otros lo que queremos que ellos nos hagan en iguales circunstancias. Siempre se nos vuelve a aplicar la medida con que medimos. 1MCP 213.4
El amor puro es sencillo en sus manifestaciones, y distinto de cualquier otro principio de acción. El amor por la influencia y el deseo de que otros nos estimen, puede producir una vida bien ordenada, y con frecuencia una conversación intachable. El respeto propio puede guiarnos a evitar la apariencia del mal. Un corazón egoísta puede ejecutar acciones generosas, reconocer la verdad presente y expresar humildad y afecto exteriormente, y sin embargo, los motivos pueden ser engañosos e impuros; las acciones que fluyen de un corazón como ese pueden estar desprovistas del sabor de vida, de los frutos de la verdadera santidad y de los principios del amor puro. Debe albergarse y cultivarse el amor, porque su influencia es divina.—Joyas de los Testimonios 1:208, 209 (1868). 1MCP 213.5