La devoción que Dios requiere se revela en el amor sincero por las almas por las que Cristo dio su vida. Cuando Cristo vive en el corazón se manifestará por el amor que prescribe a sus discípulos. Sus hijos verdaderos preferirán a los demás antes que a sí mismos. No buscan la parte más grande en ningún lugar ni momento, porque no consideran que sus talentos sean superiores a los de sus hermanos. Cuando este es el caso, se mostrará la señal mediante una revelación del amor que Cristo manifestó por las almas de los hombres: un amor abnegado, genuino, que prefería el bienestar de los demás antes que el propio.—Manuscrito 121, 1899. 1MCP 244.3