El amor no se vanagloria. Es un sentimiento humilde; nunca impulsa a un hombre a jactarse, ni a engrandecerse a sí mismo. El amor a Dios y a nuestros prójimos no se revelará en actos imprudentes ni nos llevará a ser molestos, criticones o dictatoriales. El amor no se envanece. El corazón donde reina el amor será guiado a una conducta suave, cortés y compasiva hacia los demás, ya sea que nos gusten o no, ya sea que nos respeten o nos traten mal.—Testimonies for the Church 5:123, 124 (1882). 1MCP 244.2