Dios anhela que sus hijos comprendan que para glorificarlo deben dar su afecto a quienes más lo necesitan [...]. No debe manifestarse egoísmo en la mirada, en las palabras, o en los hechos, cuando se trata con aquellos que pertenecen a la misma fe [...] aunque sean encumbrados o humildes, ricos o pobres. El amor que pronuncia palabras bondadosas solamente a unos pocos, mientras a otros se los trata con frialdad e indiferencia, no es amor, sino egoísmo, y de ninguna manera obrará para el bien de las almas o para la gloria de Dios. Nuestro amor [...] no debe reservarse para unos pocos y descuidar a otros. Quiebren la botella, y la fragancia llenará la casa.—Nuestra Elavada Vocacion, 233 (1899). 1MCP 244.5