Cuando el que ha cometido una falta se da cuenta de su error, traten de no destruir su autoestima. No lo desalienten con la indiferencia o desconfianza de ustedes. No digan: “Antes de depositar en él mi confianza, voy a esperar para ver si permanece firme”. Muchas veces es precisamente esta desconfianza la que hace tropezar al tentado.—El Ministerio de Curación, 125 (1905). 1MCP 260.1