No es la voluntad de su Padre celestial que continuamente estén bajo tribulación y tinieblas. Debieran cultivar la autoestima, viviendo de tal modo que sean aprobados por su propia conciencia, y delante de los hombres y los ángeles [...]. Tienen el privilegio de ir a Jesús y de ser limpiados, y de estar delante de la ley sin vergüenza y remordimiento. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Romanos 8:1. Aunque no debemos pensar en nosotros mismos más de lo debido, la Palabra de Dios no condena un debido respeto propio. Como hijos e hijas de Dios, debiéramos tener una consciente dignidad de carácter, en la cual el orgullo y la importancia de sí mismos no tienen parte.—The Review and Herald, 27 de marzo de 1888; Nuestra Elavada Vocacion, 145. 1MCP 261.4