Los paganos creían que sus oraciones tenían méritos para expiar el pecado. Por lo tanto, cuanto más larga fuera la oración, mayor mérito tenía. Si por sus propios esfuerzos podían hacerse santos, tendrían entonces algo de que regocijarse y de lo cual hacer alarde. Esta idea de la oración es resultado de la creencia en la expiación por el mérito propio en que se basa toda religión falsa. Los fariseos habían adoptado este concepto pagano de la oración, que existe todavía hasta entre los que profesan ser cristianos. La repetición de expresiones prescritas y formales mientras el corazón no siente la necesidad de Dios, es comparable con las “vanas repeticiones” de los gentiles.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 74 (1896). 1MCP 277.4