No era suficiente que los discípulos de Jesús fueran instruidos en cuanto a la naturaleza de su reino. Lo que necesitaban era un cambio de corazón que los pusiera en armonía con sus principios. Llamando a un niñito a sí, Jesús lo puso en medio de ellos; y luego rodeándole tiernamente con sus brazos dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis, y hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. La sencillez, el olvido de sí mismo y el amor confiado del niñito son los atributos que el cielo aprecia. Son las características de la verdadera grandeza.—El Deseado de Todas las Gentes, 404 (1898). 1MCP 277.3