Todo judío sincero estaba convencido por su conciencia de que Jesucristo era el Hijo de Dios, pero el corazón, en su orgullo y ambición, no se entregaba. Se mantenía la oposición contra la luz de la verdad, a la cual ellos habían decidido negar y resistir. Cuando la verdad es tenida como verdad solo por la conciencia, cuando el corazón no es estimulado y hecho receptivo, la verdad turba la mente. Pero cuando se recibe la verdad como verdad en el corazón, ha pasado por la conciencia y ha cautivado el alma por medio de sus principios puros. Es puesta en el corazón por el Espíritu Santo, que da la forma de su belleza a la mente a fin de que su poder transformador pueda verse en el carácter.—Manuscrito 130, 1897. 1MCP 322.2