Lo que corresponde a ustedes es volcar su voluntad en el bando de Cristo. Cuando le entregan su voluntad, él inmediatamente toma posesión de ustedes, y obra en ustedes para que realicen su deseo. Entonces su naturaleza queda sometida a su Espíritu. Hasta sus pensamientos quedan sujetos al Señor. Si no pueden dominar sus impulsos y emociones como desean, al menos pueden dominar la voluntad, de modo que se efectúe un gran cambio en la vida de ustedes. Cuando entregan su voluntad a Cristo, la vida de ustedes queda escondida con Cristo en Dios. Hace alianza con el poder que supera a todos los principados y las potestades. Ya tienen fuerza divina que los mantiene asidos a su fortaleza; y se abre ante ustedes la posibilidad de una nueva vida, y aún la vida de la fe.—MeM 328 (1898). 1MCP 133.2