Toda mujer a punto de ser madre, cualquiera que sea su ambiente, debe fomentar constantemente un espíritu feliz, alegre y contento, sabiendo que por todos los esfuerzos que haga en tal sentido se verá resarcida diez veces en la naturaleza física y moral de su hijo. Esto no es todo. Ella puede acostumbrarse por hábito a pensar animosamente, y así alentar una condición mental feliz como alegre reflejo de su propio espíritu de dicha sobre su familia y sobre aquellos con quienes trate. Su propia salud física quedará muy mejorada. Las fuentes de la vida recibirán fuerza; la sangre no circulará perezosamente, como sucedería si ella cediera al abatimiento y la lobreguez. Su salud mental y moral será fortalecida por su buen ánimo.—The Review and Herald, 25 de julio de 1899; El hogar adventista, 233, 234 (1894). 1MCP 141.2